viernes, 21 de mayo de 2010

El profesor distraído

A partir de este día, todos los viernes postearé un pequeño artículo escrito por Isaac Asimov en alguna de sus tantas antologías. Puede ser un cuento, como puede ser algún artículo científico. Trataré de que sean lo bastante cortos como para que se pueda mostrar en este blog.  Si están ansiosos por leer los próximos (yo lo estaría), no duden en comprar cuanto libro consigan de este autor maravilloso.

El profesor distraído

Un apéndice perdurable del folklore sostiene que los profesores son distraídos. En parte, esta opinión surge
de la idea de que deben concentrarse tanto en ternas tan difíciles que no pueden darse cuenta de las cosas
normales y cotidianas de todos los días que los rodean.
Quizá la literatura referente a la historia más antigua de un profesor distraído sea la que se dice respecto a
Tales, un filósofo griego (624-546 a. c.) que vivió hace dos mil quinientos años. Otro filósofo, Platón (427-
347 a. c.), escribió doscientos años después historias de Tales, que caminaba una noche al mismo tiempo que
estudiaba atentamente a las estrellas. Al no darse cuenta donde ponía los pies, Tales se cayó a un pozo. Una
anciana que acudió a sus gritos lo ayudó a salir y después dijo, no sin cierto desdén: "He aquí a un hombre
que estudia las estrellas y que no puede ver lo que tiene a sus pies".
Como casi todos los chistes respecto a profesores distraídos, parece que este es apócrifo. Pudo haber sido
fraguado por Platón tan sólo para hacer destacar una enseñanza.
Arquímedes (287-212 a. c.), otro filósofo griego, descubrió el principio del desplazamiento mientras se
encontraba en los baños públicos. Entusiasmado más allá de lo soportable olvido por completo que estaba
desnudo y salió corriendo para su casa, al mismo tiempo que gritaba "¡Eureka!" ("¡He hallado! ¡He
hallado!"). Esto perfectamente pudo haber sido verdadero pero, después de todo, no fue una distracción tan
terrible de Arquímedes. Los antiguos griegos no se preocupaban por la desnudez pública tanto como
nosotros.
Suponga que nos acercamos más al presente. Tenemos el caso de Karl F. Gauss (1777-1855), matemático
alemán que, según la opinión de muchos, ha sido el más grande matemático que haya vivido jamás. Realizó
importantes descubrimientos cuando aún era un adolescente, y continuó produciendo importantes
disertaciones hasta el final de su vida. Naturalmente, siempre estaba absorto en uno u otro problema.
Se cuenta que, en 1807, la esposa de Gauss estaba muy enferma y el médico la atendía en su recámara.
Gauss, triste y desdichado, esperaba escaleras abajo cuando su mirada se desvió hacia los papeles donde
había estado trabajando en algún problema. Poco a poco sus pensamientos volvieron a ocuparse en él, y en
poco tiempo estaba plenamente concentrado. Mientras trabajaba, el médico bajó a darle a Gauss la triste
noticia de que su esposa estaba agonizando.
Gauss, con la mente anclada en el problema, agitó distraídamente la palma de su mano al mismo tiempo
que dijo: "Sí, sí, pero dígale que espere un momento hasta que termine."
Se cuentan muchas historias respecto al matemático estadounidense Norbert Wiener (1894-1964). Una de
ellas describe la vez que se encontró a un colega del Instituto de Tecnología de Massachusetts (M.I.T.) en la
Avenida Conmemorativa. Ambos se detuvieron, iniciaron una conversación y continuaron hablando sobre
muchos temas. Después de media hora era obvio que habían terminado y que cada quien iba a seguir su
camino.
Ya se habían despedido de mano cuando Wiener dudó y preguntó:
—A propósito, cuando nos encontramos, ¿iba yo caminando hacia la Avenida Massachusetts o en sentido
opuesto?—. Su colega contestó:
—Cómo. Te alejabas de la avenida, Norbert.
—¡Bien! ¡Entonces ya comí!
Conocí al Dr. Weiner y creería este caso inmediatamente, aunque el problema es que también cuentan lo
mismo respecto a otros profesores.

Isaac Asimov.

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